CUERPO-TERRITORIO Y PROCESOS DE SUBJETIVACIÓN; O ¿CÓMO DES-EMBLANQUECER LA PRODUCCIÓN DEL ESPACIO?
Abstract
Resumen extendido
El presente trabajo parte de algunas inquietudes que acompañan el proceso aún en despliegue del proyecto de investigación El cuerpo como expresión del plano de la experiencia en la Territorialidad Barrial en Flor de Maroñas aprobado por el ProMEF; se propone conocer los modos en los que el cuerpo expresa la territorialidad barrial de Flor de Maroñas dando cuenta de su co-producción; a su vez conocer los regímenes materiales y semióticos que producen Flor de Maroñas como territorialidad barrial. En el entendido de que el movimiento enactivo que pone en relación composicional de efectuación al cuerpo y la territorialidad barrial implica múltiples prácticas; Epistemes y Dispositivos -saber, poder, subjetivación - (Foucault, 2018; Deleuze, 2008), se plantea una articulación entre los estudios de Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS) que nutren el plano epistemológico de la Actor-Network-Theory (Latour, 2008) con una perspectiva cartográfica retomada de Gilles Deleuze y Félix Guattari (Passos, Kastrup, 2009) para acceder al campo relacional del cual emergen los conglomerados socio-técnicos que se estabilizan en un corte territorial barrial-corporal.
Particularmente para el presente trabajo se considera de interés la producción de cuerpo-territorio a la luz de una intervención urbana en un espacio público de la ciudad de Montevideo, concretamente en la cooperativa Nueva Estrella dentro del barrio Flor de Maroñas. Dicha intervención tiene lugar a partir del Plan ABC de la Intendencia de Montevideo, y dentro de su estrategia de intervención se propuso poner a discusión junto a vecinas y vecinos un pre-proyecto de intervención del llamado Espacio Libre, de lo cual se toman algunas controversias (Latour, 2008) para desplegar algunas líneas de pensamiento.
Considerando ciertas tendencias a la homogeneización de los espacios a nivel gubernamental, así como también modalidades hegemónicas, antropocéntricas, adultocéntricas y heteronormativas de experienciar en torno al cuerpo, se coloca a discusión la posibilidad de nombrar a dichas configuraciones como imágenes-pensamiento blancas, colocando especial énfasis en la colonialidad de su reproducción, las cuales en su axiomatización se tornan fácilmente racializables, ante lo cual, se explora una analitica que permita hacer ver y decir en torno a una actitud que pueda tender a desemblanquecer la producción territorial.
Contextualización de la experiencia
Flor de Maroñas se sostiene en relatos que versan sobre su carácter popular y obrero desde sus diagramas fundacionales; la industrialización de Montevideo durante el novecientos, conlleva a que Flor de Maroñas se poblara a partir de varias fábricas de diversas industrias. A partir de la mitad del siglo pasado, los arrastres capitalísticos devienen en una desindustrialización ante la cual lo que en su momento fueron edificaciones que sustentaban un ideal obrero y prolífico de la zona, hoy en día sostienen modalidades de existencia marginalizadas y vulnerabilizadas. Concretamente en el caso de la ex-fábrica de bitumen Barlain, se logra visualizar algunas de dichas dimensiones.
Durante los años 80’ la fábrica Barlain deja de funcionar, y tanto sus muros como su propio terreno pasan a ser una respuesta a los problemas de vivienda, de vulnerabilidad socio-económica y de marginalización de prácticas de vida. Durante los 90’, vecinas y vecinos que ocuparon las tierras se organizaron y conformaron una comisión nombrada Barlain. Dicha comisión, se encargó de planificar el terreno -pensado en su momento para el despliegue fabril- desafiando a la comisión a proyectar una expansión urbana ineludible, teniendo que planificar por donde pasarían las calles, cuáles serían las extensiones de tierra que a cada vivienda le correspondía, entradas y salidas al barrio, etc. Un tiempo después, la comisión pasa a nombrar a la territorialidad barrial conformada en torno a los restos de la ex-fábrica de bitumen como Nuestro Sueño; aludiendo según relatos de vecinas de la comisión actual a que el barrio que emergió dió lugar a los sueños de sus habitantes de tener una vivienda.
En los últimos años, vecinas y vecinos se enteran de que las tierras donde levantaron sus casas era propiedad del Banco República Oriental del Uruguay, y que iba a ir a licitación; se organizaron para comenzar un periodo de cooperativización, que permitiera comprar estas tierras y estabilizar, regularizando el suelo, su barrio. Durante el 2019 logran realizar acuerdos con la Intendencia de Montevideo y hoy en día se encuentran resolviendo los últimos pagos para obtener la propiedad del suelo. Tras años de ser remitidos a una imagen de ocupantes que sostenían quienes se organizaban en Nuestro Sueño; siendo nombrados despectivamente como los de allá abajo, vinculados a estrategias de vida en conflicto con la ley, siendo un lugar inundable, evitable y desechable para la urbanidad; vecinas y vecinos comienzan con la Cooperativa Nueva Estrella a poder pensar y accionar sobre sus vidas, tomando decisiones de cómo quieren vivir, de qué maneras producir convivencia, tomando un lugar activo en la producción de la vida en Flor de Maroñas.
Durante el 2021, el Plan ABC decide realizar una obra de bajo costo en Nueva Estrella referida a la reconducción de las aguas pluviales; Nueva Estrella como así también Nuestro Amanecer (territorialidad barrial contigua, separada por un pasaje), se encuentran al borde de un curso de agua, es decir, en una zona baja inundable, con lo cual ante lluvias sostenidas o fuertes el agua derrama desde el casco histórico del barrio -donde se encuentra una sólida centralidad geoterritorial- e inunda estas zonas. Dentro de dicha intervención surge junto al diálogo con vecinas, vecinos y universidad, la posibilidad de intervenir un espacio utilizado por diferentes vecinas y vecinos de varias territorialidades barriales llamado Espacio Libre. Dicho espacio se desprende -lo que quizá sea adelantarse demasiado en una analitica del espacio- de la fachada aun en pie de la ex-Barlain; los muros abovedados y sus portones miran de frente a este espacio que a se encuentra intermediado por un ex-salón pensado para encuentros de comisión, hoy en día vivienda de una vecina del barrio.
El Espacio Libre puede describirse como un cuadrado de hormigón rodeado por casas, frentes y costados de casas; un espacio en extremo caluroso con condiciones hostiles durante el verano, ya que el hormigón aumenta considerablemente las temperaturas, y algo soportable en invierno, a veces utilizado para reuniones de cooperativistas, quienes conforman una ronda a cielo abierto -los días de lluvia se cancelan los encuentros (con lo que esto conlleva, sumado a las propias dificultades de encuentro que ya portan de por si las organizaciones de este estilo)- niñas y niños lo usan como espacio de tránsito y juego espontáneo, tornándose un lugar de encuentro a la vista, pero sobre todo a la escucha de los adultos que aguardan dentro de sus casas. También es un lugar particular porque se llevan adelante prácticas profesionales de estudiantes de la Universidad de la República, congregando a niños, niñas y adolescentes de Nueva Estrella pero también de Alfarero y Nuestro Amanecer - territorialidades barriales contiguas.
Producción de enunciados y modalidades de espacialización
La modalidad en que se optó para convocar a vecinos y vecinas, adultos, niños, niñas y adolescentes, fue una volanteada y el boca a boca con vecinas referentes. Se invitó a pensar juntas y juntos el espacio, sobre sus usos y sensaciones para poder aportar ideas al pre-proyecto que la arquitecta de la Intendencia tenía que redactar. En esta instancia, y con una convocatoria nutrida con habitantes tanto de Nueva Estrella como de Nuestro Amanecer, se conversó acerca de lo que hacían los adultos en el espacio y lo que hacían niñas, niños y adolescentes con el propósito de pensar artefactos que acompañen dichas prácticas. En este sentido, surgieron mesas, sillas, delimitaciones donde dejar espacio para el pasaje de vehículos, vegetación que permita dar sombra, algún techo que permita el encuentro en la intemperie, juegos, entre otros.
A partir de las diversas modalidades del narrar que envolvieron lo que allí aconteció, emergen algunas líneas de interés para pensar el espacio en torno a la producción de enunciados. De este modo es que surgen algunas controversias: en relación al quienes de la participación a la hora de pensar el espacio ubicado administrativamente dentro de Nueva Estrella: dentro de quienes participaron, habían quienes se consideraban de allá abajo, y que ante lo cual, si bien estaban en plena participación, sentían que no estaban habilitados para pensar el espacio que estaba acá arriba, resaltando cierta dinámica de ellos y nosotros que diagrama quienes están de determinada manera habilitados al uso y goce del espacio declarado al interior del Espacio Libre. Otra controversia se presentó en relación a quienes usan y de qué manera el espacio, haciendo un énfasis en las modalidades de las niñeces y las de jóvenes y adultos -quedando por fuera en el discurso el uso del espacio por parte de los adolescentes.
En relación a dichas instancias el riesgo que se presenta es adjudicar lo que se dice a un sujeto, que inmediatamente se escinde entre sujeto del enunciado y sujeto de la enunciación (Deleuze, 2005), no pudiendo más que devolver un sujeto carente atrapado y subsumido a la estructura de un lenguaje. De este modo, aquí se opta por otro camino, y es tomar aquello que se dice y se hace, como modalidades de agencia que pervierten el propio decir y hacer, remitiendo no a un estado de cosas determinado, sino a los enlaces que se establecen entre signos y cuerpos; son las modalidades de encuentro entre flujos semióticos y materiales los que distribuyen tal o cual régimen de producción de enunciados, desde el cual puede decirse de tal o cual sujeto, siendo este último agenciado en disposiciones colectivas de enunciación (Deleuze, Guattari, 2015).
Sensación, cuerpo y palabra, configuran desde esta perspectiva la unidad mínima de la producción de mundo, modalidades de pensar y decir, de ver y actuar; el hecho de que emergan tanto las palabras “somos de allá abajo” unido a cierta sensación de no habilitación para poder hablar en nombre de vecinos y vecinos que sí “son de acá arriba” junto a la disposición corporal, en tanto índice, que posiciona vecinas en un lugar u otro de la ronda de pensamiento, implican, más allá del enunciado y de la enunciación, cierta expresividad que performa el espacio, semiótica y materialmente modula el andar en el barrio cuando se va hacia el almacén que queda “acá arriba”, cuando se va hacia la parada del ómnibus atravesando el barrio o cuando se asiste a una jornada de pensamiento en torno a los espacios públicos barriales. Esta dimensión pragmática, que torna un análisis del lenguaje escindiendo sujetos del enunciado de sujetos de la enunciación hacia una analitica pragmatica, tomando al lenguaje en acto, permite pensar líneas de acceso a modalidades del convivir, el conversar, el mirar, el andar, el pensar, modalidades de enamorarse y de resistir, de entristecer y alegrar, en definitiva acceder a los procesos de subjetivación, entendidos estos últimos a partir de la producción de agenciamientos colectivos de enunciación en acto (Saidon, 2002).
Cuerpo-territorio
Si bien, como se aclara al inicio, este trabajo parte de un proyecto aún en curso, es posible plantear dos preguntas que acompañan el trabajo de campo del mismo: ¿Qué relación tiene la producción de enunciados y la territorialización? Partiendo del hecho de que todo territorio soporta determinados índices de territorialización, desterritorialización y reterritorialización (Deleuze y Guattari, 2015) y ¿cómo pensar la dimensión de los objetos técnicos en dicha relación?, rescatando especial interés en la pluralidad de los diferentes modos de existencia (Latour, 2013) que permiten ver y decir que la capacidad de agencia, de interés y actuación no son únicamente del modo humano, sino que las cosas también los presentan (Latour, 2008).
Se parte de la idea de que la expresividad semiótico-material del coeficiente de territorialización muestra algunos corrimientos ineludibles en el pensamiento del cuerpo-territorio en el barrio; por un lado se realiza un corrimiento en torno a la dualidad forma-contenido, y es quizá esta coordenada la que precisa el asunto volcado hacia el interés por la relacionalidad con los objetos técnicos y el valor concedido a la tecnología. En este punto, resulta de especial interés los aportes vinculados desde Simondon (2015) y el uso especial que se presenta de la modulación a la hora de pensar el territorio; de haber un carácter enactivo cuerpo-territorio, es posible dar cuenta de sus concernientes implicancias a partir del hecho de que lo hilemórfico de su producción es al menos, de dificultosas argumentaciones, es decir, pensar el territorio como un molde, que le da forma a un contenido -en este caso al modo humano- se vuelve insostenible. A partir de este postulado, se sostiene que la relación que se produce en torno a cuerpo-territorio es de modulación, a diferencia del moldeado que un territorio puede hacerle a un sujeto o de un sujeto a un territorio.
Esta dimensión remite a determinada manera de pensar el signo; este último no representa aquí un estado de cosas, o determinado contenido, sino que por el contrario, es expresión, y con ello produce tanto otros signos como otros cuerpos (Deleuze, Guattari, 2015). Dicha concepción de expresión, lejos de indicar lo que va de un elemento A a otro B, da cuenta de un modo de producción, siendo que lo que expresa, lo hace actualizando una serie de fuerzas; un mural, un grafiti, o un techo en un espacio público más que representar las prácticas que se desenvuelven en un territorio, son índices propios de la producción territorial. Los signos no representan significados, no representan a los cuerpos, sino que estos últimos marcan, modulan, forman cuerpos. El signo se presenta como efecto incorporal del choque entre cuerpos (Deleuze, 2005), y con ello permite pensar que la idea de un juego pintando en un espacio, o de hamacas, no representa una actividad de niños y niñas, sino que muestra el efecto del encuentro entre cuerpos, y con ello actúa inmediatamente en la materialidad del propio encuentro entre vecinas, vecinos, intendencia y universidad. Los cuerpos allí dispuestos en torno a una ronda, conversando en torno a lo que allí puede construirse, actualiza ideas, y disponen gestos, entonaciones, posturas, que lejos de representar las ideas, las producen; cuerpos y signos establecen regímenes colectivos de enunciación que se aprehenden en cierta consistencia territorial.
Todo agenciamiento es antes que nada territorial (Deleuze, Guattari, 2015) con lo cual dichos regímenes, asociaciones heterogéneas, componen un ritmo relacional indisociable del territorio al cual se prenden. Dichas asociaciones se modifican acontecimentalmente, las mismas se presentan en tanto proposiciones, noción que Latour retoma de Whitehead donde dichas proposiciones “no son afirmaciones, ni cosas, ni ningún tipo de intermediario entre las dos. Son sobre todo actantes” (Latour, 2001, p.169); dichos ritmos proposicionales portan cantidades diferenciales que se efectúan en lo que Latour (2008b) nomina como articulaciones. Aquello de lo que el cuerpo es capaz, lo es a partir de un coeficiente de territorialización y lo hace des-plegando espacio-tiempos, a partir de los cuales da cuenta de su capacidad de afectar y ser afectado, dicha capacidad es la que indica lo articulado del cuerpo en su singularización.
De aquí un último punto a presentar, y es el hecho de que las cantidades diferenciales que entran en resonancia en una proposición, no necesariamente explican al modo humano, sino que lo implican; cuerpo-territorio se presenta como dramatización espacio-temporal (Deleuze, 2005b) en regímenes materiales y semióticos que agencian flujos tecnológicos y artefactuales. Ejemplo de ello es el cambio de prácticas en torno a la iluminación actualmente del Espacio Libre y también de Nueva Estrella y Nuestro Amanecer; la experiencia en las noches de verano de juegos, gritos de algarabía, de movilidad urbana en una franja horaria vedada meses atrás, puede verse a partir de que los cuerpos entran en articulaciones que antes no lo hacían: intervienen en la producción territorial que emerge entre nuevas coordenadas de existencia al momento de ser un barrio transitable en las noches, de permitir encuentros entre adultos que están todo el día fuera del barrio trabajando, con lo cual permite nuevas prácticas vinculares, comerciales y de ocio.
Des-emblanquecer el cuerpo-territorio
A partir de lo dicho anteriormente, y reconociendo la brevedad de las líneas presentadas más arriba, se entiende que pensar la producción de cuerpo en torno a cuerpo-territorio, permite su singularización, abriendo posibilidades-otras para pensar diagramas territoriales que no se subsumen a coordenadas hegemónicas de producción. En este sentido, se retoma la noción de blanquitud del pensamiento, utilizada por Clarissa Alcántara en un seminario dispuesto en Montevideo durante el 2022, desde la cual permite señalar la colonialidad del pensamiento. Vinculada a una organización mayoritaria, categorial, antropocéntrica, adultocéntrica y heteronormativa, la blanquitud del cuerpo en el territorio diagrama espacios donde realizar tales o cuales prácticas, clausurando la singularización de los cuerpos en acto, empobreciendo el umbral performativo de lo mismos ubicando cada referencial del cuerpo dentro de un código predeterminado.
Des-emblanquecer el cuerpo, implica quizás la noción de cuerpo-territorio, donde no hay un corte entre mundo social y mundo material, donde lo humano es una fuerza agenciada junto a otras; una analitica menor o minoritaria, que da cuenta del pulular de la diferencia en su estatuto ontológico. La utilización de cuerpo-territorio acompañado del resto de las herramientas conceptuales expuestas, permite un ejercicio de pensamiento que intenta crear a partir de entender que las nociones de cuerpo, su expresividad, es parte de una praxiología propia de la axiomatización colonial de la vida. Es decir que, partir de cualidades biológicas, pero también culturales, para entender la producción de cuerpo, es partir de los efectos de producción y no de sus regímenes de efectuación.
Literaturhinweise
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